
En la luz fosforecente las miradas somnolientas de los pasajeros se traslucían mostrando el punto negro de su aburrimiento y su furia, algo como al acecho.
Comprendí que la única pista con que contaba eran esas miradas; en su lejanía, en su anonimato, podía descubrir el terror (mi terror), el odio (mi odio), la falta de fe (mi falta de fe).
¿Cómo pueden continuar abriendo los ojos por la mañana, resignándose a la vacuidad (mi vacuidad) de sus días?
Rubén Rentería
ANÓNIMO